Los males que nos aquejan...
Cuando Sarmiento escribe “De la
Educación Popular” (1849) detalla los males que aquejaban a las incipientes
naciones de América latina, y hace de “la educación popular” una propuesta
concreta de educación permanente para todos los habitantes de la América, como derecho a la vida republicana, sobre todo como derecho a la libertad de
pensamiento y contra cualquier tipo de abuso de poder. En el aniversario 202°
del nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento, este 15 de febrero de 2013, la
idea es reflexionar juntos respecto de la política educativa y su relación con
los males que nos aquejan
“La mayor dificultad que a la
difusión de la instrucción se opone entre nosotros nace de que no se quiere bien lo mismo que se desea;
de que no hay convicciones profundas y
que no se ha sondeado la llaga, ni apreciado suficientemente la extensión del
mal. Cuando aquella convicción nazca de este estudio, la aplicación del
remedio parecerá a todos, cosa fácil y
hacedera, puesto que nada vamos a inventar, nada a crear que no haya sido
puesto en práctica en diversos países, y dado resultados completos, habiendo
todo el mecanismo de procedimientos, convirtiéndose en leyes y reglamentos
vigentes, de una aplicación practicable, bajo todas las condiciones de
localidad, y según cada grado de civilización y sistema de gobierno de las
naciones que lo han ensayado “De la educación Popular”. Domingo Faustino
Sarmiento (1849:40)
A 163 años de la obra citada, resulta un severo llamado de atención,
por no haber logrado a la fecha, ni
cuantitativamente ni cualitativamente, que se concrete el derecho a la
educación permanente para todos y cada
uno de los habitantes del territorio nacional.
Los principios del derecho a la
educación están expresamente enumerados en la Constitución Nacional, en las
Constituciones Provinciales, en la Ley Nacional de Educación N° 26606/2006, en
las diferentes leyes de educación provinciales, ( Santa Fe no tiene Ley de
Educación) incluso en las resoluciones del Consejo Federal de Educación. Pero todo lo dicho no llega aún al hecho ni al derecho.
Más aun, todos los diagnósticos con coincidentes: el 6% del presupuesto
para educación sigue sin garantizar la enseñanza y el aprendizaje en un rango
igualitario
Es hora entonces de pensar en los cambios desde una propuesta curricular oficial, no ya como
el listado de contenidos o de metodologías, de áreas, o de materias “a dar” en el jardín, en la escuela, en el
instituto o en la universidad, sino en un currículum oficial como una síntesis de la cultura. Porque la enseñanza y el aprendizaje
se organizan a través del curriculum, que es sólo un instrumento, un texto,
pero que abre posibilidades para el diálogo, el cambio, la ruptura o la
creación.
Es hora de empezar a pensar y a trabajar en una
propuesta curricular para una educación permanente, cuyo planteo educativo atraviese
la vida, la cultura, de todos los hombres y mujeres Hablamos de la necesidad
de una propuesta curricular que como “una
práctica social de resistencia, de lucha social” (Alicia de Alba 1995), nos
empiece a mostrar el camino del protagonismo ciudadano hacia la superación de
los males que nos aquejan, sin
maniqueísmos, ni falsas profecías.
Sarmiento, en el siglo XIX nos dejó
la posta. Es hora de empezar a trabajar en política educativa y en definiciones
curriculares que formen al ciudadano como ser histórico y social, ser que se construye y
va cambiando, en y desde la realidad que vive cada día Docentes, alumnos,
padres, sociedad tendrán que asumir que son protagonistas del conocimiento, y
actuar en consecuencia La educación no se nutre de espectadores de falsos escenarios, ajenos a la
realidad. Y Como Sarmiento, cuestionar, ¿ por qué se enseña lo que se enseña?,
¿en qué consiste el saber?, ¿de quién es ese saber?, ¿cómo se produce?, ¿quién
habla a través de los textos?, ¿a quién se silencia?, ¿quién se beneficia?
Solamente cuando nos apropiemos de la historia y de la cultura, podremos
empezar, en cada jardín, en cada
escuela, en cada universidad a definir curricularmente esa educación, esos conocimientos
(y no los contenidos), que necesariamente tienen que estar presentes para la
formación ciudadana, libre y democrática,
La educación es un camino, una experiencia que hay que querer vivir y
que además vive en el lenguaje, en el querer decirlo…y decirlo y escribirlo…y
compartirlo. Es un campo social donde juegan necesidades, derechos humanos y
donde se enfrenta la exclusión social
¿Podremos empezar a concretar una
propuesta educativa curricular que enseñe al habitante de la república a
identificar la producción discursiva vacía, el discurso deliberadamente hueco y superficial que ataca, sin resolver los problemas, de la política
democrática y responsable? Porque es desde la resolución de los conflictos que nos aquejan -seguridad,
inflación, trabajo, salario, producción, salud, pobreza- que podremos empezar a
definir políticamente una propuesta educativa
permanente que nos alerte sobre los discursos que exponen una hostilidad a los
mecanismos representativos de la democracia en los que se sustenta la República.
Reconocida, e incluso criticada
actualmente, es la aversión que
Sarmiento tenía hacia el caudillismo latinoamericano o a los regímenes
autoritarios con sus tendencias verticales que dicen una cosa y hacen otra. De allí su lucha
por una propuesta educativa y popular. “…Y será en su
vida cotidiana, acompañado de las lecturas de diarios, de la vida pública, los
espectáculos y el contacto con los otros hombres que este continuo aprendizaje
culmine sólo con la vida misma, y que él mismo será la esencia del hombre
civilizado, del ciudadano que se opone a la barbarie, irrevocablemente educado
en costumbres, ideales, normas y aspiraciones…”. La educación se construye como una experiencia
en una relación tejida entre todos, donde la vida no se detenga ante las
puertas de las escuelas. “Somos andando” decía Paulo Freyre.
María Claudia Pettinari
Asociación Civil “Instituto Sarmientino de Santa
Fe”
Febrero 2013
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