ALICIA:...la destrucción de sueños y esperanzas...
MA. CLAUDIA:...esta vergüenza propia y tan ajena...
ALICIA: Pero miramos las arrugas...la fuerza milenaria en sus pupilas...sus puños afiebrados de verdades...y muy respetuosamente fuimos diciéndole...
MA. CLAUDIA: Vinimos a cantar, maestro.
ALICIA: Traemos el canto de la Patria...
ALICIA: Que respetamos y amamos la bandera...
MA. CLAUDIA: Que aun creemos en la verdad y en la justicia...
MA. CLAUDIA: Que el hombre es un milagro de promesas...
ALICIA: Una luz iluminó de pronto su mirada...interrumpió, con un gesto de sus manos, las palabras...y con voz clara nos arengó sin pausa...
SARMIENTO (sigue Alicia): Nada de lo que me dicen me es ajeno...Pongo por testimonio mis escritos...todo lo puse en negro sobre blanco...de puño y letra...pueden leerlo...está en mis libros...
SARMIENTO ( Ma. Claudia): " Los juegos de mi infancia revelan hábitos solariegos que aún resienten mi edad madura. No supe nunca hacer bailar un trompo, rebotar la pelota, encumbrar un cometa, no hay ni uno solo de los juegos infantiles a que no tomé afición en mi niñez.Pero aquella afición por los juegos infantiles se convertiría en estatuaria ya que ensayando formas diversas hacía santos y soldados, los dos grandes objetos de mis predilecciones de niño.
Por mi madre me alcanzaban las vocaciones coloniales, por mi padre las preocupaciones e ideas revolucionarias de la época y obedeciendo a estas pulsiones contradictorias yo pasaba las horas en la contemplación de mis santos de barro debidamente pintados, dejándolos quietos en sus nichos, para trasladarme a la casa de enfrente a dar una gran batalla entre los ejércitos propios y el de mi vecino.
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